Storytelling y guerra civil española: Las historias que elegimos contar
En julio de 2011, cuando se cumplían 75 años del estallido de la Guerra Civil Española, sentí un llamado en la conciencia. Desde mi puesto al frente de la redacción española de la agencia Zenit, observaba cómo del lado católico se multiplicaban los actos y publicaciones conmemorativas centradas, sobre todo, en los mártires de un solo bando. Sin restar valor al testimonio de fe de las miles de personas asesinadas en la tremenda persecución religiosa del 36, me preocupaba estar colaborando a que esa forma de recordar perpetuara un discurso divisorio: el de "ellos contra nosotros". No es coherente con lo que los últimos Papas dicen que debe ser la comunicación, pero no logramos superarlo.
Fue entonces cuando se me ocurrió una idea: ¿y si habláramos de los actos de bien que ocurrieron en ambos bandos? ¿Y si narráramos la historia desde los gestos de humanidad que superaron el odio? Por mi propia historia personal, conocía alguna, y me parecía que tenían un gran potencial. Contacté con el conocido catedrático de Historia José Andrés Gallego, que justo había apuntado esta idea en una conferencia en Madrid, y le ofrecí publicar una serie de artículos que pusieran el foco precisamente ahí: en hacer memoria del bien, sin distinción de bandos. Para mi alegría, aceptó en seguida.
Así nació una serie de publicaciones en la agencia ZENIT, que titulamos informalmente "La otra memoria". Gallego abrió el ciclo con una reflexión profunda en el artículo Una llamada a la verdad, en el que proponía hacer una historia de la bondad en la Guerra Civil. No se trataba de negar el horror, sino de completarlo con el bien que también existió, aunque muchas veces silenciado. Estos artículos se basaron en historias que Gallego documentó personalmente.
En los meses siguientes, publicamos relatos impresionantes, y me alegra comprobar que al menos, estos aún están on line:
En Dos actos de generosidad heroica, se recogen testimonios de personas que se jugaron la vida por salvar a otros del bando contrario, en una España dividida por el miedo y el fanatismo.
En Sagunto y la frustración del mal absoluto, una anciana impide la ejecución de dos jóvenes simplemente porque cree que matar no es la solución. Su gesto sencillo y firme rompía la lógica del odio.
En Entre asesinar o salvar en nombre de Dios, Gallego narraba la historia de un sacerdote rural que, aun enfrentando amenazas, logró evitar derramamientos de sangre en su parroquia.
En El bien de un juez socialista y el de un fraile, contaba la preciosa historia de generosidad y heroísmo de los familiares republicanos de una de nuestras compañeras del equipo, Nieves San Martín.
Y en ¿Quién salvó al comendador? Fuenteovejuna, señor, la vida de un sacerdote caritativo se salvó gracias a la estima que le tenía su comunidad. Era un ejemplo de cómo el amor concreto puede generar lealtad incluso en tiempos de caos.
Cada uno de esos relatos ponía de manifiesto que el storytelling es una técnica narrativa, pero también una herramienta para reconciliar, para sanar heridas históricas, y para encontrar puntos comunes en medio del conflicto. Las historias existen, solo hay que encontrarlas y contarlas. Y cuando uno elige contar una, está eligiendo muchas más cosas.
Pocos meses después, en diciembre de 2011, dejé la agencia ZENIT y me embarqué en otro proyecto que prometía mucho: Aleteia. Pero esta experiencia marcó para mí la inmersion (in)consciente en el mundo del storytelling. Comprendí que contar historias no es solo narrar lo que pasó, sino cómo lo vivimos, qué valores nos mueven, y qué futuro queremos construir al recordar el pasado.
Como decía Merida en Brave (Pixar, 2012): Las historias no son leyendas, son lecciones.